En medio de
una crisis mundial tan severa y generalizada como la que estamos viviendo, un
hecho histórico que marcará la vida de todos nosotros, surge una gran necesidad,
dilucidar cuál debe ser la respuesta óptima de los gobiernos y sociedad en
general, en el corto y mediano plazo, para mitigar los efectos de esta pandemia.
La poca evidencia que encontramos en el pasado de hechos tan dramáticos y la
enorme incertidumbre que enfrentamos sobre el futuro, hace que esta tarea sea
particularmente difícil. Es aquí donde más que nunca las teorías científicas
construidas de forma coherente de principio básicos son la mejor y sino, la
única ayuda. El problema que me ocupa es indagar teóricamente sobre los costos
y beneficios de utilizar medidas de contención del coronavirus que pueden
salvar miles, o quizás millones de vidas, vis a vis las enormes implicaciones
económicas a las que estas medidas conllevan. Para algunos este puede ser un
dilema ético que no merece discusión, mientras que, para otros más pragmáticos,
las consecuencias de estas medidas de contención son aún más nefastas en los
mismos términos de muertes o bienestar social. Afortunadamente la teoría nos
enseña que existe una racionalidad económica clara para implementar medidas de
contención y que la forma óptima de hacerlo es, aunque podamos discutir los
detalles cuantitativos, no muy distinta de la que aparentemente se está implementando
y planeando en Colombia. El estadístico George Box (1976) decía: todos los
modelos están equivocados, pero algunos son útiles. Mi argumento se basa en
el modelo de Eichenbaum, M., Rebelo, S., y M. Trabandt 2020. The
Macroeconomics of Epidemics, a mi juicio, un modelo construido sobre
sólidas bases científicas de la teoría macroeconómica moderna y que,
cualitativamente, creo difícil de revertir sus principales conclusiones.
El modelo
parte del célebre modelo epidemiológico SIR (susceptible, infected,
recovered por sus siglas en inglés) deKermack, W., y A. McKendrick 1927. En
la actualidad este modelo ha sido fuertemente criticado por los economistas por
desconocer los efectos de la pandemia sobre la economía y cómo ésta a su vez
afecta la dinámica de propagación del virus. Eichenbaum et.al, extienden el modelo
SIR de la forma más sencilla que racionaliza este fenómeno: en presencia de una
fracción de la población infectada y anticipando la propagación del virus, los
agentes económicos reducen su consumo para evitar el contacto con otras
personas reduciendo de esta forma la incidencia de infección. Esto afecta la
demanda de la economía. Por el lado de la oferta sucede algo similar y los
agentes infectados reducen su productividad. En esta economía existe la
posibilidad de que, en aproximadamente en un año, se encuentre una vacuna, un
medicamente curativo y también se lleva en consideración las restricciones del
sistema de salud suponiendo que la tasa de mortalidad puede aumentar con el
número de personas fallecidas por la enfermedad. Esta economía sufre un choque
exógeno, la aparición de una población inicial infectada por el virus y se
adapta con, o sin políticas de contención, a la nueva realidad económica y
epidemiológica. Este proceso de ajuste solo termina cuando el 60% de la
población está infectada, momento en el cual, la inmunidad de rebaño puede
entrar a asistirnos. El modelo es calibrado con datos epidemiológicos de Corea
del Sur y a la economía estadounidense y ofrece varias lecciones cualitativas.
Primero, en
ausencia de cualquier política de contención, la pandemia induce una recesión
económica leve (en promedio, 7.5% del consumo de los hogares por un año)
impulsada por la reducción en la productividad de los agentes infectados y,
potencialmente, por limitaciones en la infraestructura de salud pública y un
elevado número de muertes (0.4% de la población al comienzo de la pandemia). Segundo,
considere ahora un planificador central que maximiza el bienestar de todos los
ciudadanos, una vida en este modelo se valora en 9.3 millones de dólares, una
cifra estándar en economía de la salud para los Estados Unidos. En este
contexto, una política de contención optima de la pandemia, con diferentes
grados de contención gradual de la población hasta volver a la normalidad (un
poco más de un año) induce una recesión severa (en promedio, 13% del consumo
por poco más de un año) pero reduce sustancialmente el número de muertes (0.25%
del total de la población antes de la pandemia). La política de contención
óptima aplana la curva de infectados con respecto al caso anterior y maximiza
el bienestar de la sociedad. Es decir, es óptimo inducir una recesión mayor que
salva vidas que contribuyen al bienestar de toda la sociedad. (3) Ninguno de
los dos equilibrios anteriores de la economía son socialmente óptimos en la
medida que los agentes no internalizan la externalidad de sus acciones sobre el
agregado de la economía (e.g., los susceptible responden de forma óptima a la
contención más no internalizan que su interacción con otros afecta directamente
la tasa de infección de los demás). Una política socialmente optima, mucho más
difícil de implementar, consiste en introducir grados diferenciales de
contención entre los infectados, susceptibles y recuperados. En este caso, la
política óptima induce una recesión moderada (ligeramente inferior al caso de
no intervenir) y con una reducción sustancial en el número de muertes. Esta
política de contención inteligente, como los autores la llaman, requiere
identificar los estados de salud de la población lo cual es un llamado más a la
urgencia de hacer muchas pruebas a la población. Los autores también llaman la atención
sobre los costos sociales de introducir la política de contención con mucha
anticipación o postergarla demasiado.
Como siempre
en los detalles está el demonio y queda la tarea de adaptar y calibrar este
modelo para el caso colombiano en donde la informalidad del trabajo y la red de
protección de bienestar social es más frágil y una recesión moderada puede
tener un costo mayor al que este estudio sugiere. Sin embargo, mi opinión es
que los elementos cualitativos de este análisis son difíciles de revertir. El
análisis también sugiere que hay decenas de problemas importantes de resolver
que complementan estas estrategias de contención: hacer pruebas de forma
eficiente, localizar y prevenir a los susceptibles, mejorar la calidad de la
información, la red de atención de salud, etc. En contextos tan inciertos como
el actual, no hay nada más práctico que una buena teoría.
Nota: Recientemente
la Sociedad Colombiana de Matemáticas organizó un webinar[1]
para divulgar el trabajo que muchos investigadores de varias disciplinas vienen
haciendo para diseñar estrategias óptimas y complementar diferentes formas de contención
de la pandemia. Vale la pena darles una mirada pues este es un grupo de
profesionales que cada vez debería de ser más considerado por los formuladores
de política para tomar mejores decisiones para la sociedad.
Buenos días, Alvaro. Tengo una duda respecto a los agentes ¿como los concibió? Me surge ya que en el primer párrafo se plantean dos; gobierno y sociedad en general. Sin embargo, lineas abajo, existe un planificador central que, en mi opinión, seria el gobierno. Siendo así, en el juego que considero dinámico y de información incompleta (por tener que clasificarlo en algo) sería juez y parte. Esto es posible? Muchas gracias
ResponderEliminarHola, muy buena pregunta. En este estudio, el planificador central es el Gobierno y se hace una hipótesis muy fuerte que es que el planificador conoce las preferencias del agente representativo de la economía (información completa del planificador y de los agentes de la economía). Esto es fuerte pero a la vez tiene sólidas bases empíricas pues el planificador ha observado el comportamiento de los agentes de la economía por muchos años, tiene conocimiento de su comportamiento en términos de consumo, salarios, horas de trabajo etc. Entonces, condicional a todas las hipótesis simplificadoras del modelo), el puede deducir (identificar) cuál es la función de utilidad de los agentes (estimar o calibrar sus parámetros) y la tecnología de las firmas.
EliminarCreo que es natural suponer que el planificador central puede tomar decisiones de política (contención, o tasa de tributación del consumo) y los agentes interactuan buscando maximizar su propia utilidad. Cuando ellos no llevan en consideración la externalidad, se parece más a un juego dinámico de información completa.