Publicada en Portafolio: http://www.portafolio.co/opinion/otros-columnistas-1/bienestar-social-mercado-sector-electrico-496739
Pasado el
fantasma de un racionamiento eléctrico en los últimos meses, tiempo atrás se habían
venido generando alertas de que no todo está muy bien en el sector eléctrico
colombiano. A pesar de las buenas intenciones de la Comisión de Regulación de
Energía y Gas (CREG), este mercado es complejo y difícil de amansar. No
esperemos a que ocurra otro fenómeno del niño para ir tomando correctivos que
se traduzcan en mayor bienestar social y mayor bienestar para los consumidores
(recordemos que, en economía, el bienestar social se define como el beneficio
de las firmas más el bienestar o excedente de los consumidores. Es por esto que, aumentos en el bienestar
social pueden ser consecuencia de aumentos en el beneficio de las firmas sin
que necesariamente el beneficio de los consumidores sea mayor, esta diferencia
será importante más adelante).
En una serie de
artículos con varios colegas (Transition
to Centralized Unit Commitment: An Econometric Analysis of Colombia’s
Experience, The Energy Journal 2016 y Transition to Centralized Unit
Commitment: A Structural Model of Colombia’s Experience, Borradores Semanales
de Economía 2016) hemos venido llamando la atención sobre cómo algunas
regulaciones recientes de la CREG han inducido mejoras notorias en la
eficiencia productiva (reducción en los costos totales de generación del
sistema al ser despachadas las plantas más eficientes) del despacho eléctrico
colombiano y, también, en cómo estas mejoras no se han traducido en beneficios
económicos para el consumidor. Dicho precisamente, la evidencia empírica
muestra que las regulaciones han disminuido el costo de generación de la
energía eléctrica en Colombia, pero también ha disminuido el beneficio de los
consumidores y, en total, ha aumentado el bienestar social. Esto suena
paradójico pero el bienestar social es el concepto estándar en economía para
medir la salud de una industria. Esto es cuestionable desde muchos puntos de vista,
pero aún más en el caso colombiano que no es un novato en generación eléctrica (mercados
en desarrollo necesitan incentivos para la instalación del parque de generación).
Por lo tanto, muy a pesar de las leyes de servicios públicos en Colombia, que
usan el criterio de bienestar social para medir la salud de la industria, hay
que comenzar a preguntarse por el bienestar de los consumidores.
Las conclusiones
principales de estos estudios han sido las siguientes. Con la Resolución 051 de
2009 la CREG generó un cambio drástico en la forma como se realiza el despacho
eléctrico colombiano. Hasta esa fecha el despacho era de compromiso individual y a partir de esa fecha, pasó a ser de compromiso centralizado. Aunque la
descripción de ambos conceptos es técnica, basta con decir que el cambio fue
muy apropiado. La motivación principal fue la posibilidad de reducirle el
riesgo a los generadores térmicos de salir despachados y no poder recuperar sus
costos de arranque y parada con sus ingresos. Esta falla de mercado debida a
una no convexidad en la estructura de costos de los generadores térmicos, fue
trasladada por medio del nuevo sistema a un despacho centralizado con el fin de
internalizar el problema. Hasta ahí, todo iba muy acorde con la teoría
económica y las experiencias internacionales. Sin embargo, no era previsible
que, al eliminar un riesgo idiosincrático de los generadores térmicos, las
ofertas en bolsa, el precio de bolsa y el precio de los contratos bilaterales
fueran a aumentar. Es decir, al haber centralizado el despacho e internalizado
los costos de arranque y parada, se esperaría que el despacho fuera más
económico y de hecho lo fue (3.32% más económico por año producir toda la
energía del país) pero no se esperaría que las ofertas, precios de bolsa y
precios de contratos aumentaran (para el precio promedio ponderado de los
contratos más del 14% en términos reales en tres años). Probablemente al
haberle dado más libertad a los generadores para reportarle información al
despacho (no solo ofertas de precios de generación de energía sino también los
costos de arranque y parada) estos tuvieron mayor oportunidad para manipular el
sistema. Esto es apenas una hipótesis pues, ni la teoría económica da luces
sobre este problema, ni la evidencia empírica lo ha documentado. En conclusión,
la eficiencia productiva aumentó al igual que los precios finales a los
consumidores, lo cual significa que aumentó el poder de mercado de los
generadores. Es decir, los aumentos en el bienestar social fueron apropiados
por los generadores y no por los consumidores.
Ninguno de estos
resultados es trivial y ciertamente requiere de más estudios. Pero lo cierto es
que, en un mercado donde la información pública como el anuncio de la llegada
de un fenómeno del niño, sirve como mecanismo de coordinación de los agentes en
un equilibrio más beneficioso para los generadores que para el consumidor
final, sin ningún tipo de colusión explícita, hay que tomar precauciones
adicionales.
Haría bien la Superintendencia de Industria y
Comercio el comenzar a hacer un monitoreo en tiempo real del poder de mercado
de los agentes participantes del mercado mayorista de energía.